La simbiósis perfecta sólo existe si hay una aportación proporcional de las dos partes. Y esta vez el Hércules cumplió con la suya dando los tres puntos para que los 2.500 aficionados los custodiaran hasta Alicante. Ellos ya se habían adelantado en el empeño. Subiendo a un autobús o a sus coches aún con las uvas en el estómago, desafiando al frío, y reservando algunos cuartos del presupuesto navideño para pagar desplazamiento, entrada y cañas.
Entre la marcha continua que es la ciudad manchega, con bares y pubs abarrotados durante el día como si de la madrugada se tratase, había algunas bufandas blanquiazules al cuello que pasaban casi desapercibidas en el bullicio de la Calle Tejares. Una tendencia que se revirtió en el Carlos Belmonte, casa de aquel "queso mecánico" que encantó al fútbol español y del que sólo quedan recortes de corteza en forma de apunte en alguna de las tribunas de prensa: Conejo, Zalazar, Dertycia, Morientes... SIGUE AQUÍ
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