Ampliamente comentada (y ligeramente criticada, por qué no decirlo) ha sido ya en este blog la desproporcionada repercusión de la que gozan en el ámbito televisivo generalista los participantes de 'reality shows' del más variado corte. Todo resultado de un sistema de generación de detritos que se engulle, defeca y vuelve a consumir en un ciclo sin fin del que se nutren decenas de programas tanto de la misma cadena como más allá. La reacción de los individuos que están al otro lado de la pantalla es idéntica a la de los adictos a la comida plagada de aditivos y grasas polinsaturadas: cuanto más ingieren más quieren, sin encontrar placer más allá.
Quienes aceptan formar parte del circo aprovechan la maquinaria para conseguir notoriedad en ámbitos que quizás no tengan nada que ver, pero que la masa tiende a confundir. Así, por ejemplo, el ganador de Gran Hermano 11, Ángel, saca un disco. Y bueno o no, miles de amebas hipnotizadas por los rayos catódicos de fácil digestión se lanzarán a comprarlo, o más bien descargarlo: recordemos que la mayoría son alérgicos a centros de distribución de la cultura, como pueden ser las tiendas de discos.
Pero lo curioso de todo esto es la amalgama de disciplinas que da como resultado, produciéndose una filtración entre sus vasos comunicantes que más bien es un desparrame. Y así, el humilde miembro de una redacción ajeno a ese mundo pregunta con sorpresa: "¿Ángel, de Gran Hermano, saca disco? ¿Pero para eso no estaba Operación Triunfo?"
Foto: José González. Ver galería completa.
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