Nunca los aficionados al fútbol han tenido la posibilidad de expresarse en cuestiones relacionadas con la organización de su deporte. Las federaciones hacen y deshacen en función de lo que demandan los clubs, que solícitamente conceden su voto a tal o cual presidente a cambio de favores y prebendas. Y así le luce el pelo al deporte rey en determinados aspectos, como en la devaluación de ciertas competiciones debido a la desidia absoluta en su organización. Horarios y calendarios a contramano del de la población (si el fútbol es un espectáculo, no se entiende por qué se para durante 15 días en Navidad; o se juegan partidos que acaban a medianoche) o falta de medidas que fomenten la competencia y alimenten el espectáculo tienen gran parte de culpa.
Afortunadamente, el desarrollo de la sociedad de la información concede actualmente al ciudadano la oportunidad de hacerse oír, comunicarse y agruparse con semejantes que piensan igual que él. Quizás las consecuencias no vayan más allá de un ligero zumbido en los oídos de quienes dirigen el cotarro, pero bien estará si molesta.
Hoy vuelve la Copa del Rey. Una competición que, no lo neguemos, ha perdido el atractivo y encanto de antaño. Era el torneo de la democracia, de la igualdad, donde los pequeños podían enfrentarse a los grandes de tú a tú. Pero el desinterés de estos por el campeonato -el cual ven como una distracción hasta que llegan a semifinales-, sorteos dirigidos y eliminatorias a doble partido han terminado por arruinarlo. Hace falta un estímulo, y a muchos se nos ocurre uno que a nadie dejaría frío: que el campeón se clasifique automáticamente para la Champions League.
Afortunadamente, el desarrollo de la sociedad de la información concede actualmente al ciudadano la oportunidad de hacerse oír, comunicarse y agruparse con semejantes que piensan igual que él. Quizás las consecuencias no vayan más allá de un ligero zumbido en los oídos de quienes dirigen el cotarro, pero bien estará si molesta.
Hoy vuelve la Copa del Rey. Una competición que, no lo neguemos, ha perdido el atractivo y encanto de antaño. Era el torneo de la democracia, de la igualdad, donde los pequeños podían enfrentarse a los grandes de tú a tú. Pero el desinterés de estos por el campeonato -el cual ven como una distracción hasta que llegan a semifinales-, sorteos dirigidos y eliminatorias a doble partido han terminado por arruinarlo. Hace falta un estímulo, y a muchos se nos ocurre uno que a nadie dejaría frío: que el campeón se clasifique automáticamente para la Champions League.
Así se conseguiría.
1. Que los clubes poderosos jueguen los partidos de Copa con la misma intensidad que los de Liga.
2. Que los modestos tengan la posibilidad de soñar con alcanzar una meta que de otra forma resultaría implanteable.
3. Que los aficionados llenen los estadios incluso entre semana.
4. Y sobre todo, que la máxima competición europea haga honor a un nombre que es ficticio. Si se llama Liga de Campeones, mejor que forme parte de ella el ganador de un torneo que no el cuarto de la liga.
Para ello, se ha creado un grupo en Facebook donde todo aficionado puede apoyar esta medida.
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