¿Alguien pensó alguna vez que los futboleros no leíamos más que diarios deportivos y sólo por encima? Quien lo aseverare se equivocaba. Algunos lo hacemos, y no siempre para bien. El amor a la literatura combinado con el del balompié motiva que muchas veces te preguntes qué haces compartiendo pasión con cientos de miles de personas que sólo lo usan como excusa para poder sacar pecho en el bar mientras discuten e ingieren tanto alcohol que les impide saber dónde está el balón. Pero la belleza de este deporte y las conexiones que tiene con la vida misma es demasiado fuerte como para cambiar de repente a, pongo por ejemplo, el ajedrez o la esgrima. Leemos, sí, y a veces cosas para nada relacionadas con balones, sudor, césped y gritos. Digo todo esto para inaugurar una sección en la que iré compartiendo con vosotros las lecturas relacionadas con el mundo del deporte que vayan cayendo en mis manos o que lo hayan hecho con anterioridad. Y hoy, entre tanto comentario sobre la Eurocopa, me parece un día idóneo para hacerlo. Porque el verano y sus noches al fresco son un buen momento para desgranar líneas de sus páginas y porque esta mañana mismo he terminado la última de ellas. Y llega aquí por casualidad, porque aunque el título albergue mucho de resultadismo nunca imaginé que tuviera un tan alto componente futbolístico.
Se llama Saber perder, y es la última novela de David Trueba. Un apasionante relato sobre la vida realizado a través de cuatro personajes cuyas existencias se entrelazan, muchas veces sin ni siquiera saberlo. Todo gira alrededor de Sylvia, una adolescente más cerca de la juventud que de la niñez que empieza a adentrarse en el mundo adulto. Su padre, Leandro, ve como el reciente divorcio de Pilar, madre de la chica, hace desmoronarse por completo su ya de por sí triste y complicada situación económica y social hasta el punto de empujarle a asesinar al que fuera su socio y mejor amigo. Lorenzo, el abuelo, es un profesor particular de piano al borde la jubilación que psicomatiza la enfermedad terminal de su mujer cultivando una tardía pasión por la prostitución proyectada en forma de enamoramiento hacia Osembe, una meretriz nigeriana. Y por último, Ariel, una joven promesa del fútbol argentino que llega a la capital de España con el propósito de ser la nueva estrella de su club. Gracias a este personaje descubriremos muchos de los secretos del fútbol, la mezcla de religión y negocio en la que se ha convertido hoy en día –¿acaso hay alguna que ya no lo sea?- , qué se le pasa a un jugador por la cabeza cuando está a ras de césped, en el vestuario, sólo en su lujoso chalet a miles de kilómetros de su país de origen o tomando copas rodeado de gente guapa que en la mayoría de las ocasiones sólo pretende sacar provecho de su amistad.
Un magnífico ejercicio narrativo –fresco, ágil y bien ambientado en la sociedad en la que hoy día vivimos- con el que Trueba disecciona las edades más importantes de la existencia humana. Con él el más fervoroso de los aficionados podrá darse cuenta de que muchos futbolistas son héroes de papel con los mismos miedos, sentimientos esporádicos de soledad y fluctuaciones de ánimo que cualquier chaval a los 20 años. Por muchos ceros que tenga su cuenta bancaria y gente que se le suponga a su lado.
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