La exultación fue la misma que si hubiéramos ganado un título. No es de extrañar. Sobrepasar una barrera que duraba 24 años se había convertido en objetivo por sí mismo. Por eso gritamos, saltamos y nos emocionamos. Casi con la misma intensidad que si nada más marcar el último penalti nos estuviera esperando el trofeo en la tribuna del Ernst Happel de Viena. Pero no. Para ello quedan otras citas que, sin embargo, muchos aficionados viviremos de forma más relajada: el jueves será la primera semifinal de la Selección desde que tenemos uso de razón. Un hito en sí mismo. Derrotar a Rusia sería ya algo histórico que podría tener su culmen el domingo ante Alemania (salvo sorpresa mayúscula protagonizada por los turcos). Entonces ya no sería una sino varias generaciones enteras las que presenciarían con sus propios ojos el momento más dulce de la España futbolística.
lunes, 23 de junio de 2008
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