Parece que de tanto pensar en el pasillo el Barça se olvidó del partido . Puede ser. Los azulgrana acudieron a la fiesta del Bernabéu como el chico tonto y feo va al baile para que se rían de él. Cumplió con el código no escrito de homenajear al campeón y después se dejó llevar por el ritmo que quiso marcar el anfitrión. Podrían haber dado un golpe encima de la mesa y demostrar a todo el mundo que todo fue un error, que son equiparables en este momento al Real Madrid, y que fueron sólo un par de deslices los que provocaron la diferencia en la tabla clasificatoria. No lo hicieron, pero no porque no quisieran. La clave está en la mentalidad. El estado de ánimo lo puede todo, en el fútbol y en la vida. Un delantero que lleva semanas sin marcar puede fallar en la misma línea de gol y sin portero, de la misma forma que el remate menos ortodoxo puede acabar en la red cuando uno está en racha. Lo mismo le ocurre a los chicos solteros cuando salen a ligar. Dos piropos o un éxito reciente dan el empuje necesario para acercarte a hablar con la más guapa del bar, aunque vayas con la ropa del trabajo. Alguien con la moral baja puede ir como un pincel pero no atreverse a intercambiar una mirada ni con la más discreta. Ayer, el Barcelona fue el tipo recién abandonado por la novia que sale de fiesta con un amigo. Como era de esperar, fue éste quien acabó durmiendo en compañía.
jueves, 8 de mayo de 2008
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