martes, 6 de mayo de 2008
El pasillo es un acto de honor para los dos
El fútbol no sería nada sin sus tradiciones y rituales. Son éstas las que permiten que siga siendo un deporte grande seguido por cientos de millones de personas en todo el mundo. Publicidad, televisión y contratos desorbitados han cegado a muchos jugadores que se han convertido en tales no para disfrutar del placer de serlo y el reconocimiento que lleva unido sino como un modo de lucrarse. Pero son los pequeños detalles los que alimentan el espíritu de los deportistas de verdad y los aficionados. Una copa no es más que un trozo de acero u hojalata, pero un auténtico futbolista no vendería el momento de levantarla ante su público por nada; sentir cómo se te eriza la piel al cantar junto a miles de espectadores el himno de tu equipo antes de que el balón eche a rodar debe de ser una sensación incomparable; y ser rociado con 'champagne' dentro del vestuario nada más haber conseguido un título tiene que ser el baño más dulce de tu vida. Mañana, el Barça hará honor a su historia y grandeza formando pasillo cuando el Real Madrid salte al césped. Quien lo presente como un escarnio público o una vejación para el que lo realiza es que no sabe nada de esto. Él día que enterremos este tipo de homenajes habremos matado el espíritu con el que los ingleses concibieron el 'football'.
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